Lo bueno de tener un mal día - Reseña crítica - Anabel Gonzalez
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Lo bueno de tener un mal día - reseña crítica

Lo bueno de tener un mal día Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Autoayuda y motivación

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: 

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788408223306

Editorial: Planeta

Reseña crítica

Pocos refranes han sido más perjudiciales que ese que dice que al mal tiempo hay que ponerle buena cara. Al mal tiempo hay que ponerle lágrimas o tristeza. Y al bueno, sonrisas y alegría. Saber gestionar nuestras emociones no es esconderlas ni suprimirlas, es reconocerlas y manejarlas con sentido. 

Tras muchos años de consulta, la doctora Anabel Gonzalez nos brinda esta pequeña guía de supervivencia emocional que nos ayudará a gestionar mejor nuestras emociones y a aprender a convivir con los malos momentos. Porque la clave para sentirnos a gusto con nosotros mismos y con nuestra vida está precisamente en saber llevar bien los días malos. ¿Vamos?

Dejar fluir y regular nuestras emociones

Aprender a modular nuestras emociones no consiste en practicar técnicas de relajación o hacer ejercicios de meditación, aunque ambas cosas pueden sernos de ayuda. Se trata en primer lugar de dejar de hacer lo que puede estar perjudicándonos en este terreno.

Los seres humanos tenemos cierta capacidad para complicar cosas que podrían ser sencillas, pero en general no lo hacemos a propósito. Muchas veces repetimos lo que hemos aprendido sin darnos cuenta, y lo seguimos aplicando también sin ser conscientes, aunque no nos funcione bien.

También sucede que muchos sistemas sí funcionan en un primer momento, y las complicaciones que producen llegan más tarde.

Si nos vamos a la cama cargados con lo que ha pasado en el día, y no digerimos bien lo que queda de ello durante la noche, empezaremos el día siguiente con cierta carga de base. 

Aunque no sea el peor día de nuestra vida, es una gota que va llenando un vaso. Es importante gestionar nuestras emociones de modo que no queden residuos. Pero, además, los malos días nos ayudan a ensayar nuestros recursos emocionales y a practicarlos con cierta frecuencia.

Si en algún momento viene una de esas cosas en la vida que nos ponen a prueba, tener bien afinados los mecanismos para regular emociones nos hará más resistentes ante la adversidad. Podríamos decir que las personas que se permiten sentir son más fuertes que las que se hacen las duras o se dicen a sí mismas que pueden con todo.

El mundo emocional es complejo, pero si dejamos fluir nuestras emociones, se equilibran por sí solas. Lo hacen en base a sistemas de regulación que el sistema nervioso lleva incorporados y de los que muchas veces no somos conscientes. 

Nuestro organismo tiene una sabiduría natural y funciona bastante bien en piloto automático. El mayor problema es cuando empezamos a intervenir en esta regulación, pretendiendo cambiar las reglas con las que las emociones funcionan.

Nudos emocionales

La anestesia emocional no funciona. La idea es buena: si hay dolor, busquemos cómo eliminarlo. Sin embargo, desconectar de lo que sentimos es bueno y necesario a veces, pero no tanto si lo tomamos como costumbre. Sería como seguir con la anestesia puesta porque nos vino bien una vez que tuvimos que pasar por el quirófano. No notar lo que sentimos nos deja sin referencias sobre nuestro mundo interno y sobre los demás.

Algunas personas son muy sensibles, y experimentan las emociones con mucha intensidad. También resuenan mucho con lo que sienten los demás. Mientras nos aceptemos como somos, esto no tiene por qué ser malo.

No podemos ni debemos cambiar nuestro temperamento, no hay nada de malo en ser sensibles, tímidos o impulsivos. La preocupación y la evitación son dos problemas que aumentan nuestras dificultades emocionales.

¿Le vemos sentido a lo que sentimos? Si no es así, probablemente necesitemos conectar cosas. Las emociones siempre aparecen por un motivo, que puede tener que ver con lo que está pasando, o con traumas o experiencias del pasado. 

Si nos faltan claves para darle sentido debemos mejorar la conexión con las sensaciones del cuerpo, entender los disparadores que han dado lugar a una emoción, o tomar conciencia de emociones escondidas que eran la pieza del puzle que nos faltaba.

Algunas personas sufren mucho, y pueden considerar que la causa de ello son sus sentimientos. Sin embargo, esto no es así; el sufrimiento no tiene que ver con sentir cosas, sino con una mala gestión de eso que sentimos. 

Las emociones son parte de la vida, y son necesarias, pero el sufrimiento es algo que nosotros añadimos, y que podemos modificar. Nos puede pasar, al contrario, que no tengamos ese sufrimiento, pero que, por comparación con los demás, nos parezca que nuestras emociones no funcionan igual, o incluso que otras personas nos lo digan. 

Para deshacer un nudo hay que observar sin prisa, ver cuántos cabos lo componen, dónde nacen y qué curso siguen. Pero, de todos estos detalles, el más importante es saber qué cabo debemos aflojar primero. Una vez hecho esto, se trata de desenmarañar cada uno de los cabos y, al hacerlo, ir entendiendo cada vez mejor cómo está hecho el nudo hasta deshacerlo por completo. 

Los nudos no se deshacen pisándolos y no se aflojan tirando fuerte de los cabos. Tampoco se desatan si los dejamos a un lado y esperamos a que lo hagan solos, ni si los insultamos y les decimos que no queremos que sean nudos.

Este trabajo requiere paciencia, probar cosas y repetir las veces que haga falta las que tiene sentido aprender. A veces, necesitaremos compañía en el camino, la de personas con las que nos relacionamos o profesionales que trabajan en estos temas. No hay que empeñarse en hacerlo solos, es un viaje muy largo.

Tampoco hay que preocuparse si ya hemos probado cosas, como ejercicios, técnicas o tratamientos, y no han funcionado. Cada intento es una nueva oportunidad.

Claves para un funcionamiento emocional saludable

El hecho de que nuestro organismo despliegue muchas más emociones desagradables que agradables significa que las emociones negativas son más importantes para la especie humana. 

De hecho, son vitales para adaptarnos al medio y protegernos en él: al notar emociones desagradables, reaccionamos de un modo adecuado ante los estímulos que las provocan, que suelen ser perjudiciales para nosotros. 

Por agradables o desagradables que sean las sensaciones, lo cierto es que no sentir no es una opción. Cada emoción cumple una función y es esencial para entender el mundo y relacionarnos con los demás de una manera efectiva. Sentir no nos pone en riesgo, al contrario, nos da la información que necesitamos para protegernos mejor.

Muchas personas no dejan que unas emociones y otras se equilibren, que fluyan por sus cauces. No les permiten tener las variaciones normales que las circunstancias diarias nos generan.

No podemos navegar por el mar diciéndole al mar cómo ha de moverse, cómo de altas han de ser sus olas, por dónde han de ir sus corrientes y qué ritmo han de tener las mareas. Curiosamente, sí que intentamos hacer esto con nuestras emociones, aunque es igual de imposible.

El mayor problema con todos estos sistemas se produce cuando son persistentes. Si hemos estado una larga temporada sometidos a altos niveles de estrés, nuestro cerebro puede acelerarse y pasar a fijar ahí el punto de equilibrio al que tiende a volver. Cuando la situación se resuelve, nuestro cerebro ya no sabe volver a su estado inicial y no sabrá relajarse, nos notaremos permanentemente acelerados.

Si no trabajamos en reentrenar nuestro sistema y volvemos a enseñarle, en contra de la inercia, a relajarse en el primer caso y a activarse en el segundo, seguiremos yendo a más o menos revoluciones de las que nos convienen para funcionar de un modo saludable.

Las sensaciones del cuerpo son como la tierra bajo nuestros pies. Cualquier emoción tiene una correspondencia sobre el cuerpo.

Los sentimientos se basan en las emociones, pero son elaboraciones que surgen de la combinación de matices de distintas emociones con pensamientos y reflexiones. Otro concepto importante es el de temperamento, que sería nuestra predisposición biológica a sentir de una determinada manera.

Además están los estados de ánimo para referirnos a tendencias que se alargan en el tiempo. Las emociones cambian según lo que ocurre a cada momento, mientras que un estado de ánimo puede durar desde horas hasta años.

Pensamientos, emociones y sensaciones corporales son distintas capas del proceso que llevamos a cabo en una determinada situación, y están relacionadas entre sí.

Si entendemos cómo aprendemos a regular nuestras emociones, tendremos más pistas sobre cómo modificar esa regulación. También puede servirnos para darnos cuenta de que nuestros sistemas no están ahí porque sí, y, por tanto, no son nuestra única opción.

Observar lo que sentimos y reflexionar sobre ello es esencial y se puede aprender, como mirarnos para dentro, sin pedirnos nada, simplemente saber estar con nosotros mismos, prestar atención a cómo nos sentimos.

Poner palabras a lo que sentimos regula por sí mismo la intensidad de nuestras emociones, y es clave para comunicarnos con los demás y regularse mediante la relación con el otro.

Toma nota:

  1. No hay soluciones mágicas, pero sí soluciones eficaces para cambiar nuestro funcionamiento emocional. 
  2. Hay cosas en las emociones que son automáticas, pero también muchas que podemos cambiar a través de un trabajo consciente. 
  3. Las mejores inversiones en lo emocional son a medio y largo plazo. Es mejor reparar y aprender que poner parches. 
  4. Hay que practicar en el día a día (los días malos cotidianos) para tener herramientas cuando viene una situación más potente.
  5. Es necesario ir dando una serie de pasos en una dirección, más que probar una cosa distinta cada día.
  6. El cambio que hemos de hacer no es el mismo para todos, depende de cuál sea nuestro punto de partida.

El camino para recuperar el equilibrio

Paso uno: tener claro que nos interesa cambiar. 

Paso dos: tener un objetivo realista. La regulación de las emociones tiene mucho que ver con el equilibrio tanto psicológico como en las relaciones con los demás. Sin embargo, este equilibrio no es estático, sino dinámico; no se trata de permanecer siempre igual, sino de que las emociones evolucionen con lo que sucede.

Paso tres: desmontar los mecanismos que no funcionan. Recuperar el equilibrio no implica hacer un montón de cosas para mantener las emociones en su sitio, sino más bien aprender a dejar de hacer lo que no funciona y volver a confiar en ellas.

Paso cuatro: plantearnos un proceso de cambio productivo. Hay muchos recursos para manejar las emociones que no tienen que ver con la evitación, la supresión o el control. 

Para poder hacer algo de modo intencional con un estado emocional, debemos ser conscientes de que está ahí, mirarnos para dentro y explorar nuestro interior. Después hemos de permitirnos sentir, sea lo que sea lo que notemos y sea cual sea su intensidad y persistencia. 

En tercer lugar, tenemos que escuchar lo que nos dicen nuestras emociones, los secretos que nos descubren sobre nosotros y sobre el mundo, y dejar que todos los sentimientos se mezclen para dibujarnos un cuadro completo y realista de lo que sucede a cada instante.

El cuarto paso es conectar: con nuestro cuerpo y nuestras sensaciones para sentir que esa emoción nos pertenece; conectar con nuestro pasado para entender lo que ocurre en el presente a la luz de nuestra historia, y conectar con el otro compartiendo su emoción, pero diferenciándose de la nuestra.

En quinto lugar, debemos ayudarnos con lo que sentimos, cuidar de nuestras emociones, decirnos lo que nos ayuda, buscar lo que nos regula, acercarnos a lo que nos aporta. Y, por último, tenemos que movernos, buscar qué necesidades subyacen a ese estado emocional, a qué respuesta nos mueve, a dónde nos conduce.

Paso cinco: Entender las dificultades que este cambio supone. Este proceso de cambio es factible, pero en ocasiones nos resultará difícil. Aquí será importantísimo mirarnos con comprensión. Cuando aparezcan los obstáculos, debemos verlas como una oportunidad de aprender algo importante sobre nuestro funcionamiento.

Paso seis: mantener el rumbo el tiempo suficiente. Para mantener el rumbo pese a las dificultades y a los muchos intentos fallidos que son necesarios para dominar algo nuevo, hemos de tener mucha persistencia.

Aprendiendo a autorregularse

Es clave ver cómo nos sentimos respecto a lo que estamos sintiendo. Si nos asustamos de lo que sentimos, el miedo a sentir se suma a la emoción de base, y la multiplica. Si el problema parece ser, sobre todo, la intensidad de lo que sentimos, nuestro trabajo fundamental consiste en aprender a distanciarnos de las emociones. Algunos ejercicios de meditación y mindfulness pueden ayudarnos en este sentido.  

Es importante que sepamos que siempre podemos ayudar a que nuestras emociones se regulen, por intensas que sean. Decirnos que no podemos hacer nada no es una opción, hace que soltemos las riendas y dejemos que el caballo se desboque. Fijémonos en si es alguna emoción en concreto la que nos cuesta más, es esta la que hemos de practicar.

Exploremos nuestra historia buscando emociones similares tanto en nosotros como en quienes han formado parte de nuestra vida. Si encontramos las raíces de esas sensaciones, entenderemos mucho sobre nosotros.

Si nuestro mayor problema es la evitación, nuestra tarea fundamental es el afrontamiento. Hemos de mirar de frente lo que hasta ahora evitábamos y dejar que la emoción de la que huíamos se quede ahí, permanecer en ella hasta que podamos habituarnos a sentirla.

Para eso, debemos asumir que al principio será intensa, y que se nos activarán todos nuestros resortes, pero que con el tiempo irá bajando y se hará más manejable.

En caso de que el control sea lo que predomina en nuestra relación con las emociones, recuperar la confianza en nuestro organismo es lo más importante.  

Puede que dediquemos nuestros esfuerzos a controlar sobre todo una emoción en concreto, o que lo hagamos con todo lo que significa sentir. Veamos si es alguna emoción en particular la que no queremos dejar fluir. Iremos revisando cada una de ellas más adelante.

La intuición, la improvisación, la espontaneidad son nuestros aprendizajes pendientes. Seguramente los cambios no nos gusten mucho, pero podemos trabajar en ello. No lo dudemos, lo que podemos conseguir al final de ese proceso es una sensación de seguridad interna de mucha más calidad, y a prueba de imprevistos.

Si no sabemos mostrar que estamos mal y recibir consuelo, debemos practicar eso. Si siempre buscamos a los demás para regularnos, nuestra tarea es aprender a estar solos, tratando de hacer sin compañía cosas que antes hacíamos con alguien.  

Aprendamos estrategias para calmarnos, aprendamos a distraernos, ensayemos relajación o meditación, cambiemos lo que nos decimos por dentro. Si vamos de un extremo al otro, aprendamos a moderar nuestras reacciones en cualquier sentido, pensemos siempre en cuál es el punto medio y practiquémoslo. El equilibrio y los extremos no se llevan bien.

Notas finales

Tomar conciencia de los orígenes de un problema con nuestras emociones no hace que las cosas cambien, tenemos recursos adicionales, que requieren de ayuda profesional. Tienes que iniciarte en un proceso de cambio, sabiendo que lo que hagas no es una pelea contra ti mismo o nuestros sentimientos y sensaciones.

Girar alrededor de un problema o de cuánto nos duele (emocional o físicamente) va haciendo que el malestar crezca más y más, y que nos vayamos hundiendo en el suelo.

Podemos hablar con alguien sobre lo que nos pasa, y quizás la otra persona nos cuente una experiencia personal que resuene con la nuestra y nos dé pistas. Para que esto nos ayude, hemos de apartar nuestros porqués, describir cómo nos sentimos y escuchar con interés al otro

Saber mirar de frente lo que sentimos es difícil porque requiere ir a contracorriente. Tenemos que ir a buscar las situaciones que lo activan en lugar de apartarnos de ellas, o tratar de recordar lo que intentamos olvidar. Una vez que notemos las emociones en cuestión, debemos permitirnos sentirlas y quedarnos en ellas.

Necesitamos autocontrol emocional, pero esto no se consigue presionándonos con nuestras emociones, gestionándolas con rigidez o controlando todos los elementos externos o a la gente que nos rodea. Se consigue enfrentando los miedos.

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¿Quién escribió el libro?

Es una destacada psiquiatra y psicoterapeuta española, reconocida por su experiencia en el tratamiento de trastornos relacionados con eventos traumáticos. Además es doctora en Medicina y especialista en Criminología. Actu... (Lea mas)

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